viernes, 26 de abril de 2013


México del Norte
Jorge Mújica Murias
jmujicam@gmail.com


“Terminó el Peligro”

“Terminó el peligro, terminó la pesadilla, se hizo justicia”, twiteó el Jefe de Policía de Boston para darle a conocer a la población que ya habían detenido al segundo sospechoso de los bombazos al maratón en esa ciudad.
            Después de cinco días en virtual estado de sitio en Boston, Dzhokhar Tsarnaev, de 19 años, fue capturado vivo por una amplia coalición de autoridades policíacas. Su hermano se suicidó la noche anterior a manos de las mismas fuerzas policíacas.
            No estoy seguro de que la pesadilla haya terminado con el arresto de Dzhokhar y la muerte de su hermano Tamerlan, porque me preocupó desde el momento del bombazo junto a la meta del maratón que el o los asesinos fueran inmigrantes, y que esto tendría consecuencias fatales para la discusión de la propuesta de inmigración en el Senado. Y de hecho a la Pandilla de los 8 Senadores impulsando la propuesta le preocupó por un día, pero decidieron agarrar el toro por los cuernos y enfrentar las posibles consecuencias.
            A final de cuentas parece haberles funcionado. Aunque los Tsarnaev son inmigrantes, no son árabes ni son latinos, así que la discusión puede continuar. Obviamente, si hubieran sido árabes la iniciativa de ley moriría en aras de la necesidad de re-que-te-contra reforzar la frontera y los aeropuertos, y si hubieran sido latinos la ley establecería que hay que terminar el Muro en la Frontera antes de hablar de legalización de los inmigrantes indocumentados. Chin… la iniciativa si dice eso, pero no tiene nada que ver con lo de Boston…
            Por el contrario, el más joven “era conocido en sus clases de actuación, sus cursos avanzados de Universidad y como un atleta con muchos amigos en la secundaria. Jugaba soccer cada lunes, y se drogaba bastante. Era uno de nosotros”, declaró a “Good Morning America” su amiga Sierra Schwartz.
            Con aquello de que más bien andaban buscando a “uno de los otros”, por unas horas albergué la esperanza de que encontraran, por ahí por el rumbo de la universidad de Harvard, a otro responsable de muertes, unas 100 mil sucedidas en México el sexenio pasado, pero no tuve suerte. Felipe Calderón Hinojosa no fue arrestado junto con el bombardero de Boston.

El Sospechoso no Buscado

Pero para mí que por lo menos falta echarle la policía a otro responsable de muertes por explosión. Me refiero al asesino de Mariano Saldívar, nacido en 1955 y originario de Chalchihuites, Zacatecas. Los restos mortales del mexicano fueron encontrados la noche anterior al arresto de Tsarnaev, y fueron trasladados a Dallas. No lo llevaron desde Boston, nada que ver, sino nomás de West, un pueblito de Texas fundado por inmigrantes checoslovacos, donde estalló la planta de fertilizantes West Fertilizer Co., donde trabajaba, y murió con otras 13 personas.
            Como es costumbre en estos casos, las noticias de Boston ocupaban 10 minutos en cada noticiero, y la explosión de la planta en Texas 15 segundos, y eso cuando descubrieron la explosión, como 24 horas después de ocurrida. Pasado lo de Boston, la explosión que mató a 14 personas y dejó 200 heridos en Texas cobró relevancia.
            Se aprendió entonces que la planta consiguió en 2006 un permiso para almacenar anhídrido de amoniaco, 270 toneladas de nitrato de amoniaco y 54 mil libras de nitrógeno líquido, y tuvo que conseguir el permiso por quejas sobre su pestilencia. De hecho, la multaron con 2 mil 300 dólares por no tener un plan de emergencias, y el dueño se las arregló para que la planta se consideraba como “de fertilizantes, no química”, y “sin peligro de explotar”. Tan sí había peligro de explosión que la planta voló hace una semana.
            Se aprendió también que la última inspección de la planta por parte de la Administración de Higiene y Seguridad, OSHA, se llevó a cabo en 1985, y la multaron con la tremenda suma de 30 dólares por almacenar el anhídrido de amoniaco.
            No es de extrañarse. Aunque 4,500 obreros mueren cada año en accidentes industriales, OSHA solamente tiene 550 millones de dólares de presupuesto, lo cual le alcanza para contratar un total de 2 mil 200 inspectores laborales. En corto, pueden inspeccionar cada lugar de trabajo una vez cada 129 años.
            Me vino entonces a la mente que la propuesta de ley de inmigración de la Pandilla de los 8 senadores propone gastar 3 mil millones de dólares en seguridad fronteriza, y contratar 3 mil 500 nuevos agentes para la Patrulla Fronteriza.
            Pero claro, tres maratonistas son más importantes que 4 mil 500 trabajadores, y Donald Adair, el dueño de la planta en Texas no es un terrorista inmigrante, y le basta con disculparse por las muertes que causó. No se le considera un peligro. Los peligrosos son los trabajadores internacionales tratan de de venir a buscar trabajo…

martes, 9 de abril de 2013


Huéspedes y Anfitriones




México del Norte
Jorge Mújica Murias




Es un hecho. O por lo menos eso reportan los medios de comunicación: la reforma migratoria se aprobará en breve y el presidente Barack Obama la firmará a finales del verano. La ilusión de reforma (y las noticias), vienen de un supuesto acuerdo entre la central sindical más grande del país, la AFL-CIO –Federación Americana del Trabajo- y la Cámara de Comercio de Estados Unidos, en uno de uno de “los puntos más sobresalientes”, “uno de los mayores obstáculos”, el tema de los inmigrantes del futuro, de los trabajadores internacionales.
            La solución al tema: pues la misma que hace 70 años: braceros.
            Según los chismes (porque nadie se ha atrevido a publicar nada), el acuerdo se negoció ni siquiera personalmente en persona, sino en un telefonazo entre el Presidente de la AFL-CIO, Richard Trumka, el de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Tom Donohue, y el senador Demócrata Chuck Schumer.
            Los neo-braceros “gozarán” de “el mismo salario que se le pague a los trabajadores americanos o el salario prevalente en una industria determinada”, dicen, irán pasando “de 20 mil a 75 visas al año” y podrán venir cuando “haya escasez de trabajadores en industrias como la construcción, la hotelería y los restaurantes hasta un límite de 200 mil trabajadores en un año. El número variará de acuerdo al desempleo y la falta de trabajadores en algunos empleos”. Así se reportó en los medios, aunque con las aclaraciones de que nada está escrito en piedra y todo puede cambiar.
Según chismorrean, los neo-braceros tendrán “amplia protección, incluyendo el derecho de cambiar de trabajo, y eventualmente conseguir la residencia y hasta la ciudadanía gringa si es que la quieren”. El acuerdo de la AFL-CIO se debe a que los braceros de antes estaban sujetos a un solo patrón, y los del futuro ya no… “big deal”, como dicen por acá…
Lo que si es un “big deal”, es el cambiazo de la AFL-CIO. En junio de 2006, el año de las grandes marchas migratorias, el entonces presidente de la AFL-CIO, John Sweeney escribía: “Permitir la explotación de los trabajadores inmigrantes– en el programa Bracero de ayer o el de trabajadores huéspedes de hoy– es inmoral y alejado de loa valores a los que aspiramos en Estados Unidos. Si los patrones demuestran una necesidad real de trabajadores de fuera, las leyes de inmigración deben permitirles la entrada con todos los derechos de y protecciones de cualquier trabajador, y no tratarlos como conveniencia temporal sino como miembros completos de nuestra sociedad. Los trabajadores inmigrantes son nuestros hermanos y hermanas. Debemos apoyar al trabajador inmigrante rechazando los programas de trabajadores huéspedes…”

Trabajas y Te Vas

No le faltaba razón a Sweeney, y para muestra basta un botón. La misma semana que se anunció el acuerdo del programa de trabajadores huéspedes, un grupo de ellos se fueron a visitar, en su casa, al gran jefe de jefes de McDonald’s, Don Thompson, aquí en los suburbios de Chicago, para denunciar los abusos a que fueron sometidos en su cadena de restaurantes.
            “Vine porque había un anuncio en la Universidad Católica de Chile”, me decía uno de ellos, “para trabajar en Estados Unidos, conocer el país y ganar dinero durante tres meses en las vacaciones”. Terminó en Camp Hill, Pensilvania, con compañeros de Perú y Argentina, ganando menos del salario mínimo, trabajando apenas unas cuantas horas, pagándole a McDonald’s mil 800 dólares al mes por un sótano con tres catres, y el 6 de marzo de plano se puso en huelga.
            Venían con visas J1, de trabajadores huéspedes temporales, y a la casa de Thompson vinieron después de hacer eventos en Pittsburgh, Nueva York, Filadelfia y Washington, D.C., para entregar una petición con 100 mil firmas solicitando se les paguen sus salarios atrasados y que McDonald’s les reembolse los gastos de sus pasajes de ida y vuelta a sus países de origen.
            Quieren también “que McDonald’s ofrezca salarios dignos y trabajo de tiempo completo; que la cadena revele en dónde tiene trabajadores huéspedes y que firme un acuerdo de respeto a los trabajadores, incluyendo no vengarse de ellos si denuncian malas condiciones laborales; que el Departamento de Estado proteja a los trabajadores huéspedes del programa J1”, y de pilón que “se cree una política de protección a los trabajadores huéspedes contra las deportaciones”. Y su nieve la quieren de limón.
            Ya me imagino el nuevo programa de trabajadores huéspedes, el aprobado por la AFL-CIO y la Cámara de Comercio.
            Lo bueno, en todo caso, es que los jóvenes latinoamericanos, ante la negativa de Thompson de abrir la puerta y recibirlos, se comprometieron a organizar a los trabajadores de McDonald’s de sus países de origen. ¡Eso si me da gusto imaginarlo!