martes, 9 de abril de 2013


Huéspedes y Anfitriones




México del Norte
Jorge Mújica Murias




Es un hecho. O por lo menos eso reportan los medios de comunicación: la reforma migratoria se aprobará en breve y el presidente Barack Obama la firmará a finales del verano. La ilusión de reforma (y las noticias), vienen de un supuesto acuerdo entre la central sindical más grande del país, la AFL-CIO –Federación Americana del Trabajo- y la Cámara de Comercio de Estados Unidos, en uno de uno de “los puntos más sobresalientes”, “uno de los mayores obstáculos”, el tema de los inmigrantes del futuro, de los trabajadores internacionales.
            La solución al tema: pues la misma que hace 70 años: braceros.
            Según los chismes (porque nadie se ha atrevido a publicar nada), el acuerdo se negoció ni siquiera personalmente en persona, sino en un telefonazo entre el Presidente de la AFL-CIO, Richard Trumka, el de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Tom Donohue, y el senador Demócrata Chuck Schumer.
            Los neo-braceros “gozarán” de “el mismo salario que se le pague a los trabajadores americanos o el salario prevalente en una industria determinada”, dicen, irán pasando “de 20 mil a 75 visas al año” y podrán venir cuando “haya escasez de trabajadores en industrias como la construcción, la hotelería y los restaurantes hasta un límite de 200 mil trabajadores en un año. El número variará de acuerdo al desempleo y la falta de trabajadores en algunos empleos”. Así se reportó en los medios, aunque con las aclaraciones de que nada está escrito en piedra y todo puede cambiar.
Según chismorrean, los neo-braceros tendrán “amplia protección, incluyendo el derecho de cambiar de trabajo, y eventualmente conseguir la residencia y hasta la ciudadanía gringa si es que la quieren”. El acuerdo de la AFL-CIO se debe a que los braceros de antes estaban sujetos a un solo patrón, y los del futuro ya no… “big deal”, como dicen por acá…
Lo que si es un “big deal”, es el cambiazo de la AFL-CIO. En junio de 2006, el año de las grandes marchas migratorias, el entonces presidente de la AFL-CIO, John Sweeney escribía: “Permitir la explotación de los trabajadores inmigrantes– en el programa Bracero de ayer o el de trabajadores huéspedes de hoy– es inmoral y alejado de loa valores a los que aspiramos en Estados Unidos. Si los patrones demuestran una necesidad real de trabajadores de fuera, las leyes de inmigración deben permitirles la entrada con todos los derechos de y protecciones de cualquier trabajador, y no tratarlos como conveniencia temporal sino como miembros completos de nuestra sociedad. Los trabajadores inmigrantes son nuestros hermanos y hermanas. Debemos apoyar al trabajador inmigrante rechazando los programas de trabajadores huéspedes…”

Trabajas y Te Vas

No le faltaba razón a Sweeney, y para muestra basta un botón. La misma semana que se anunció el acuerdo del programa de trabajadores huéspedes, un grupo de ellos se fueron a visitar, en su casa, al gran jefe de jefes de McDonald’s, Don Thompson, aquí en los suburbios de Chicago, para denunciar los abusos a que fueron sometidos en su cadena de restaurantes.
            “Vine porque había un anuncio en la Universidad Católica de Chile”, me decía uno de ellos, “para trabajar en Estados Unidos, conocer el país y ganar dinero durante tres meses en las vacaciones”. Terminó en Camp Hill, Pensilvania, con compañeros de Perú y Argentina, ganando menos del salario mínimo, trabajando apenas unas cuantas horas, pagándole a McDonald’s mil 800 dólares al mes por un sótano con tres catres, y el 6 de marzo de plano se puso en huelga.
            Venían con visas J1, de trabajadores huéspedes temporales, y a la casa de Thompson vinieron después de hacer eventos en Pittsburgh, Nueva York, Filadelfia y Washington, D.C., para entregar una petición con 100 mil firmas solicitando se les paguen sus salarios atrasados y que McDonald’s les reembolse los gastos de sus pasajes de ida y vuelta a sus países de origen.
            Quieren también “que McDonald’s ofrezca salarios dignos y trabajo de tiempo completo; que la cadena revele en dónde tiene trabajadores huéspedes y que firme un acuerdo de respeto a los trabajadores, incluyendo no vengarse de ellos si denuncian malas condiciones laborales; que el Departamento de Estado proteja a los trabajadores huéspedes del programa J1”, y de pilón que “se cree una política de protección a los trabajadores huéspedes contra las deportaciones”. Y su nieve la quieren de limón.
            Ya me imagino el nuevo programa de trabajadores huéspedes, el aprobado por la AFL-CIO y la Cámara de Comercio.
            Lo bueno, en todo caso, es que los jóvenes latinoamericanos, ante la negativa de Thompson de abrir la puerta y recibirlos, se comprometieron a organizar a los trabajadores de McDonald’s de sus países de origen. ¡Eso si me da gusto imaginarlo!

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