Huéspedes y Anfitriones
México
del Norte
Es un hecho. O por lo menos eso reportan
los medios de comunicación: la reforma migratoria se aprobará en breve y el
presidente Barack Obama la firmará a finales del verano. La ilusión de reforma
(y las noticias), vienen de un supuesto acuerdo entre la central sindical más
grande del país, la AFL-CIO –Federación Americana del Trabajo- y la Cámara de
Comercio de Estados Unidos, en uno de uno de “los puntos más sobresalientes”, “uno
de los mayores obstáculos”, el tema de los inmigrantes del futuro, de los
trabajadores internacionales.
La
solución al tema: pues la misma que hace 70 años: braceros.
Según
los chismes (porque nadie se ha atrevido a publicar nada), el acuerdo se
negoció ni siquiera personalmente en persona, sino en un telefonazo entre el
Presidente de la AFL-CIO, Richard Trumka, el de la Cámara de Comercio de
Estados Unidos, Tom Donohue, y el senador Demócrata Chuck Schumer.
Los
neo-braceros “gozarán” de “el mismo salario que se le pague a los trabajadores
americanos o el salario prevalente en una industria determinada”, dicen, irán
pasando “de 20 mil a 75 visas al año” y podrán venir cuando “haya escasez de
trabajadores en industrias como la construcción, la hotelería y los
restaurantes hasta un límite de 200 mil trabajadores en un año. El número
variará de acuerdo al
desempleo y la falta de trabajadores en algunos empleos”. Así
se reportó en los medios, aunque con las aclaraciones de que nada está escrito
en piedra y todo puede cambiar.
Según chismorrean,
los neo-braceros tendrán “amplia protección, incluyendo el derecho de cambiar
de trabajo, y eventualmente conseguir la residencia y hasta la ciudadanía
gringa si es que la quieren”. El acuerdo de la AFL-CIO se debe a que los
braceros de antes estaban sujetos a un solo patrón, y los del futuro ya no… “big
deal”, como dicen por acá…
Lo que si es un
“big deal”, es el cambiazo de la AFL-CIO. En junio de 2006, el año de las
grandes marchas migratorias, el entonces presidente de la AFL-CIO, John Sweeney
escribía: “Permitir la explotación de los trabajadores inmigrantes– en el
programa Bracero de ayer o el de trabajadores huéspedes de hoy– es inmoral y
alejado de loa valores a los que aspiramos en Estados Unidos. Si los patrones
demuestran una necesidad real de trabajadores de fuera, las leyes de
inmigración deben permitirles la entrada con todos los derechos de y protecciones
de cualquier trabajador, y no tratarlos como conveniencia temporal sino como
miembros completos de nuestra sociedad. Los trabajadores inmigrantes son
nuestros hermanos y hermanas. Debemos apoyar al trabajador inmigrante rechazando
los programas de trabajadores huéspedes…”
Trabajas
y Te Vas
No le faltaba razón a Sweeney, y para
muestra basta un botón. La misma semana que se anunció el acuerdo del programa
de trabajadores huéspedes, un grupo de ellos se fueron a visitar, en su casa,
al gran jefe de jefes de McDonald’s, Don Thompson , aquí en los suburbios de Chicago, para
denunciar los abusos a que fueron sometidos en su cadena de restaurantes.
“Vine
porque había un anuncio en la Universidad Católica de Chile”, me decía uno de
ellos, “para trabajar en Estados Unidos, conocer el país y ganar dinero durante
tres meses en las vacaciones”. Terminó en Camp Hill, Pensilvania, con
compañeros de Perú y Argentina, ganando menos del salario mínimo, trabajando
apenas unas cuantas horas, pagándole a McDonald’s mil 800 dólares al mes por un
sótano con tres catres, y el 6 de marzo de plano se puso en huelga.
Venían
con visas J1, de trabajadores huéspedes temporales, y a la casa de Thompson
vinieron después de hacer eventos en Pittsburgh, Nueva York, Filadelfia y Washington,
D.C., para entregar una petición con 100 mil firmas solicitando se les paguen
sus salarios atrasados y que McDonald’s les reembolse los gastos de sus pasajes
de ida y vuelta a sus países de origen.
Quieren
también “que McDonald’s ofrezca salarios dignos y trabajo de tiempo completo;
que la cadena revele en dónde tiene trabajadores huéspedes y que firme un
acuerdo de respeto a los trabajadores, incluyendo no vengarse de ellos si
denuncian malas condiciones laborales; que el Departamento de Estado proteja a
los trabajadores huéspedes del programa J1”, y de pilón que “se cree una
política de protección a los trabajadores huéspedes contra las deportaciones”.
Y su nieve la quieren de limón.
Ya
me imagino el nuevo programa de trabajadores huéspedes, el aprobado por la
AFL-CIO y la Cámara de Comercio.
Lo
bueno, en todo caso, es que los jóvenes latinoamericanos, ante la negativa de
Thompson de abrir la puerta y recibirlos, se comprometieron a organizar a los
trabajadores de McDonald’s de sus países de origen. ¡Eso si me da gusto
imaginarlo!
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