miércoles, 20 de abril de 2011

Comidas Ciudadanas

((Exclusivo para La Raza))

México del Norte
Jorge Mújica Murias
mexicodelnorte@yahoo.com.mx


¿Qué tendrá un hot-dog que no tenga un tamal? La respuesta parece ser “ciudadanía”.

Cuenta una leyenda que hacia 1870, en Coney Island, un inmigrante alemán de nombre Charles Feltman empezó a poner salchichas en medio de un pan para venderlas. Otra leyenda dice que fue la esposa de un inmigrante alemán con el complicadísimo nombre de Antonoine Feuchtwanger, quien los vendía así en San Louis, Missouri para que los clientes no se llevaran los guantes que les prestaban para que no se quemaran las manos.

Otro inmigrante, Anton Ludwig Feuchtwanger, los sirvió en la Feria Mundial de Chicago de 1893, y en ese mismo año otro inmigrante alemán, Chris von der Ahe, dueño del equipo de béisbol San Louis Browns los comenzó a vender en un parque de béisbol. Como todo en esta tierra, eso dio la idea de que el hot-dog es estadounidense de nacimiento.

Y eso creen a pie juntillas algunos policías de la calle 26, en La Villita, que confundiendo la comida con la gente, piensan que los tamales son inmigrantes y no tienen derechos, y les ha dado por arrestar vendedores de tamales y elotes. Uno de ellos, sin nada mejor que hacer, ha puesto hasta 17 multas en un día.

Se basan en el Código Sanitario de Chicago, que demanda permisos para vender comida, y que ésta no sea “manipulada” por el vendedor. Las multas van de 200 a 500 dólares por “manipular” la comida, a juicio del polizonte y del fiscal que acuse al vendedor. Esta semana hubo incluso el arresto de una vendedora muy conocida en la Calle 26, y a su rescate acudieron unos 60 colegas vendedores ambulantes de la 26, miembros de la AVA, Asociación de Vendedores Ambulantes.

Según mi hermano Martín Unzueta, organizador de la AVA, el “ciudadano” hot-dog no está penalizado porque se vende en parques deportivos, con licencias por vendedor que cuestan 500 dólares. La única propuesta de ley para “amnistiar” al inmigrante tamal pretende obligar al vendedor a tener un carrito que cuesta como 3000dólares.

En el fondo, aquí hay un problema de extorsión policial de una población que quiere sobrevivir, y de falta de atención a un grupo que, por no generar muchos impuestos, no atrae el interés de los políticos que debían darle la ciudadanía a los tamales y punto.

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