México del Norte
Jorge Mújica Murias
mexicodelnorte@yahoo.com.mx
Gracias a todos los que ya sabían y me lo hicieron saber.
Mi padre, Emilio Mújica Montoya, falleció el 7 de agosto en la mañana.
No. Obviamente no estuve con él ni pude escuchar sus últimas palabras ni todas esas cosas que se supone que hay que hacer cuando muere un padre. El pasaje a la Ciudad de México el mismo día costaba más de 2 mil 700 dólares, y ese sí que es un cañonazo que nadie puede resistir.
Emilio Mújica Montoya nació el 23 de mayo de 1926, de un padre migrante (él decía que español porque lo cachó un día gritando “rediéz” cuando se cortó con la navaja de rasurar, aunque tenía un acta de nacimiento mexicana que decía que nació en Rosarito, Sonora. Igual, tenía otra acta diciendo que había nacido en Veracruz. Migrante, pues, cuyo único interés era mostrar que no era inmigrante, sino mexicano.
El abuelo murió pobre, dando clase del inglés que aprendió en Los Angeles, cuando andaba con Flores Magón en el partido Liberal Mexicano.
Mi padre nació en una vecindad de la colonia Guerrero, donde hoy está la estación del Metro del mismo nombre. Estudió de noche, porque de día trabajaba en Aguas y Saneamiento desde los 16 años y mantenía a los hermanos más chicos mientras mi abuelo organizaba obreros textiles en Atlixco, Puebla.
De ahí pasó a otros diez años trabajados en el sector público mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM, después fue su director, y finalmente fue candidato a Rector de la UNAM, puesto que perdió ante Pablo González Casanova. Lo acusaron de “propiciar’ el movimiento estudiantil de 1968, y el asesino Luís Echeverría Álvarez lo puso en las listas negras.
Se jubiló por ahí de los 46 años, después de 30 de trabajar en el gobierno, y a los seis meses se volvió loco porque necesitaba “hacer algo útil”, y entró como asesor de varias secretarías de estado.
Trabajó en Ferrocarriles Nacionales y propuso lo que hoy es apenas una realidad, una línea doble de trenes por el Istmo de Tehuantepec que le hiciera la competencia al Canal de Panamá, y fue director del Metro de la Ciudad de México.
Pintito Ausente…
Mi papá llegó a ser Secretario de Comunicaciones y Transportes con López Portillo, y dice la leyenda que rechazó ser “el tapado”, a propuesta del presidente, cuando “el tapado” era el seguro próximo presidente porque “Está usted loco, licenciado”, le dijo, “Primero me matan los gringos y además no me interesa la política, lo mío es la economía”.
Políticamente “desechado”, aceptó la embajada en Costa Rica después de rechazar la oferta de Miguel de la Madrid de ser embajador en Alemania, porque, según contaba entre risas, “no tengo espalda de acordeón para hacerle reverencias a todos los imbéciles que hacen política internacional”.
Murió medio pobre, por honesto. Andaba vendiendo algunos cuadros que le regalaron algunos pintores famosos para poder mantenerse, porque “no tengo cuentas de dólares en el extranjero como el resto del gabinete”, nos dijo alguna vez. Me regaló un sombrero Stetson la última vez que lo vi.
Pero esta columna no es de él sino que es mía.
No estuve con él cuando falleció, ni pude llegar a su funeral. Si acaso, dos días después, a compartir con mis hermanos, mi familia, algunos relatos de mi papá.
Y ese es el punto. Yo soy uno de los afortunados que, aunque tarde, pidiendo lana prestada, puedo ir a acompañar a mi familia en una desgracia así.
¿Y qué tal los demás? ¿Qué pasa con los miles de paisanos que llevan acá 15 y 20 años, y no han podido ir a México? ¿Y qué pasa con aquellos cuyos padres y madres fallecieron y nunca pudieron ya no digamos llegar sino ir aunque fuera tarde? ¿Aunque fuera al otro día o una semana después?
Al hablar de la “separación de las familias de los inmigrantes”, también hablamos de esto, de los hijos que ya nunca pudieron ver a sus padres.
Vaya entonces esta columna como saludo no solamente a mi padre, sino a los miles de padres de hijos e hijas ausentes que no pudieron ni podrán, por un problema administrativo, de un estúpido papel migratorio, ver a sus familiares en tiempos de desgracia.
En medio de eso, me pregunto ¿dónde andaba Barack Obama cuando murieron su papá y su mamá?
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