miércoles, 23 de febrero de 2011

De Chile, De Manteca…







México del Norte
Jorge Mújica Murias
mexicodelnorte@yahoo.com.mx

De Chile, De Manteca…



Qué le parecería, querido lector, una Ley de Migración que garantice el libre tránsito como “derecho de toda persona”; que establezca que “Ninguna persona será requerida de comprobar su nacionalidad y situación migratoria en el territorio nacional”; que otorgue a los migrantes el “derecho a recibir cualquier tipo de atención médica… independientemente de su situación migratoria”; que prohíba expresamente a las autoridades “negar a los migrantes, independientemente de su situación migratoria… la expedición de las actas relativas al nacimiento, reconocimiento de hijos, matrimonio…”.

Bonito, ¿no?

Y aún hay más. “Cuando el migrante, independientemente de su situación migratoria, no hable el idioma español, se le nombrará de oficio un traductor…”. ¿Español? Pues si. Los textos anteriores no son para una ley gringa, sino una mexicana. La propuesta de Ley de Migración fue presentada en diciembre por dos Senadoras y ocho Senadores del PAN, PRI y PRD, y esta semana se supone que está lista para ser aprobada en el pleno del Senado. Tiene además, en teoría, el aval de Felipe Calderón.

De primera vista, tiene cosas harto bonitas. Por ejemplo, abre la oportunidad de legalizarse para la mayoría de los inmigrantes indocumentados que estén en México; abre también nuevas categorías de migración, como una de residencia temporal de hasta cuatro años, con derecho a entrar y salir del país y de llevar a México a su familia; autoriza la libre estancia hasta por 180 días (siempre y cuando no se trabaje), y amplía las categorías de asilados y refugiados, considerando no solamente individuos sino grupos completos nacionales.

Ya de pilón, legaliza inmediatamente a las esposas de mexicanos y a quienes hayan tenido hijos en el territorio nacional y, por no dejar, a cualquier gringo jubilado que reciba pensión del gobierno.

Por desgracia se queda corta de establecer la Secretaría de Migración, y en vez de ello involucra a las Secretarías de Gobernación, Seguridad Pública, Turismo, Salud, Procuraduría General Defensa Nacional, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, Relaciones Exteriores, Agricultura y Ganadería, Hacienda y Crédito Público, la Marina y al Inmujer.


…Y de Arizona


Lo malo es que también tiene letras chiquitas. Y esos detallitos la echan a perder tan gachamente que tiene cosas que parecen copiadas de alguna ley de Arizona.

Le otorga poderes migratorios a la policía federal, por ejemplo, en vez de solamente al instituto Nacional de Migración; viola el Artículo 11 de la Constitución porque requiere pasaporte a los mexicanos para entrar o salir del territorio nacional; obliga a salir del territorio únicamente por puestos fronterizos autorizados; deporta a migrantes por el simple hecho de trabajar sin tener autorización para hacerlo; multa a migrantes temporales y permanentes “que no informen a las autoridades migratorias de cambios a estado civil, domicilio o lugar de trabajo, o lo hagan extemporáneamente”, y sanciona “a cualquier particular que reciba en custodia a un extranjero y permita que se sustraiga del control del INM”. Esa parte en particular parece copiada de la HR4437 de Sensenbrenner. Además, viola otra vez la Constitución al autorizar la detención, desde 15 hasta 60 días, de los migrantes irregulares y establece un programa de trabajadores huéspedes similar al que de este lado del mundo nos desgañitamos por rechazar.

Es más, todavía ni se aprueba y ya la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en voz de su ombudsman nacional, Raúl Plascencia, advirtió que de aprobarse tal como está, con disposiciones similares a la Ley Arizona, la impugnará ante la Suprema Corte de Justicia. Y es que de hecho, las partes más malas están prácticamente diseñadas para parar la migración de mexicanos y extranjeros, a Estados Unidos; para hacer el trabajo sucio de parar la migración sin papeles. ¡Con razón Calderón le da el visto bueno!

Sobra decir que la propuesta de Ley de migración se comenzó a cocinar en 2005, a finales del gobierno de Vicente Fox, y que hasta la fecha nunca ha habido participación de organizaciones de migrantes, ni del norte ni del sur, en su elaboración.

Acá en Chicago nos la presentó, sin las partes malas, el Senador panista Humberto Quezada, y nos advirtió claritamente que se tiene que aprobar como está, porque ya no hay tiempo para modificarla. Nos dio la impresión de que el legislador nomás había venido de “shopping” y nos convocó nomás para justificar el viaje.

Por eso doblemente valiosa fue la respuesta de Lourdes Espinoza, activista local de inmigración, quien le espetó a Quezada que “si es así, pues apúrense a aprobarla, ¡para que entonces podamos empezar a cambiarla!”.

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